Abuela

Millones de recuerdos vienen a mí como fotografías tomadas en blanco y negro. Es ese sabor agridulce, esa chispa de alegría y a la vez nostalgia, es el echarte de menos aun sabiendo que no te has ido a ninguna parte, sigues aquí, en cada espacio y rincón de mi ser, sigues alimentando mi amor por ti y mostrándome esa visión completa de la vida, esa que siempre me faltó pero que tu me enseñaste con delicadeza y paciencia. 

Déjame contarte que por las mañanas sigo mirando hacia tu ventana, y a veces me sorprendo a mí misma idealizando esos momentos en los que me decías: cuidadito al cruzar o que tengas suerte en clase; no sabes como extraño esos pequeños detalles, o tus potajes los martes, nadie los hace igual. También quiero decirte que la vida no es la misma desde que no se pasea por tus profundos ojos azules, y que sigo oyendo tu risueña risa, es para mí la mejor de las melodías. Estés donde estés, tengo la certeza de que estás ahí, en el cielo, porque no es sólo tu luz la que me guía, es este sentimiento de que vaya a donde vaya, sigues estando a mi lado. Quizá el alma de tanto sufrir, empieza a cerrar heridas que no han dejado de sangrar, se han secado lágrimas de unos ojos que no habían terminado de llorar. También imagino que una marcha nunca se supera, y que el recuerdo siempre queda, porque esos momentos que ahora parecen lejanos e inalcanzables, son los que me hacen sentirte cerca. Sea como sea, y pasen los años que pasen...Tu siempre serás en mí, la estrella más hermosa del firmamento. 

Querida abuela, ya han pasado más de dos años de tu ida, y creo que sigo sin hacerme a la idea, pero como te he dicho antes, jamás te he sentido lejos, siempre has habitado en mí.

Cuando decimos adiós, también dejamos atrás los recuerdos; así que yo sólo te diré: Hasta luego, Lucas.